miércoles, 24 de abril de 2013

Editorial de Lalo Puccio sobre la historia de la UCR

La UCR nació en 1891 fundada por Leandro Alem.
Digamos que desde aquellas épocas, pasando por Yrigoyen, Ricardo Balbín y el Alfonsín de 1983, ha corrido demasiada agua bajo el puente de la historia.
Y no siempre agua pura y cristalina. Muchas veces pasó agua turbia y estancada.
Si recordamos por ejemplo el último y más penoso papel del radicalismo en la Alianza de De la Rúa, encontramos un partido absolutamente vencido y vergonzante
Pero cuando digo vergonzante no debe tomarse como algo dicho desde un espacio que quiere regodearse  con, quizás, la peor época de los radicales, sino como algo de lo que deberíamos avergonzarnos todos los argentinos.  Hoy, uno de aquellos jóvenes brillantes de Alfonsín, Leopoldo Moreau (referente de una de las mejores máquinas de hacer política que tuvo la Argentina, la “Coordinadora” del Coti Nosiglia), sitúa a su partido con absoluta claridad. 



El viejo y admirado líder del radicalismo, don Raúl Alfonsín (el padre de Ricardito),  decía con claridad también, cómo los medios lo hostigaban y cómo había quienes depositaban en “LA POLÍTICA”  lo peor del mundo, desprestigiando la única herramienta para vivir y transformar la realidad en una democracia. El “viejo” no toleraba que ensuciaran “la política.
No quiero ni imaginarme, al viejo líder, aquel al que Cristina tuvo la grandeza de homenajearlo en vida,  con gestos de afecto pocas veces vistos entre políticos rivales  (sólo recuerdo a Balbín despidiendo los restos mortales Perón)… digo cómo imaginar a Raúl Alfonsín si tuviese que escuchar los dichos de Sanz o esto de Oscar Aguad, que no sólo no reconoce el golpismo destituyente, sino que lo encubre. 
ESTO, creo,  es la mejor muestra de la oposición tan desgastada, deslucida, sin rumbo y sin dirigentes de categoría, de alto vuelo, que hay hoy en Argentina
Con una oposición de esta categoría, de esta magnitud política, de este volumen intelectual, será difícil que puedan gestarse políticas superadoras. Ni por sus dirigentes ni por el rumbo que eligen los que están… siempre pegados y atados a los poderes de turno, a las corporaciones, pero de la manera más espuria y vergonzante, sin pudores, a cara descubierta: “somos esto y no tenemos nada más para ofrecer”, parece ser su única respuesta. No podemos más que lamentarlo, sobre todo por quienes honestamente puedan creerles.



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